EXPRESARLE
A LA VIDA
Hace falta todo el tiempo y el espacio del mundo para que nos demos permiso para sanar. La paciencia que necesitamos para con nosotr@s es una apuesta total a la confianza: es fe ciega hacia el mismo regalo de existir. Es agradecimiento al pasado y entrega al presente tal y como se está dando.
Se requiere de una paciencia infinita para reconciliarse con uno mismo. Permitirnos «Ser», en mayúsculas, es sinónimo de darnos espacio para ampliarnos y tiempo para desarrollarnos. No a nosotr@s… A la vida que nos atraviesa a cada momento.
Darnos todo el espacio y tiempo del mundo significa ofrecerle permiso a la existencia para que nos transforme. Espacio y tiempo se encuentran unidos solo en el instante presente.
Dar espacio al aquí y tiempo al ahora, aquí y ahora, es la puerta a la vida y la apuesta, el reto, a dejarnos habitar por las energías que nutren y sostienen el universo entero.
Esto, en lo concreto, se traduce en atrevernos a tomar el lugar en el que nuestro cuerpo reside, y ocupar el instante que presencia nuestra consciencia. A estar… a Ser.
A ser pacientes y comprensivos con nosotros mismos. A dejarnos estar, observar, sentir, respirar, expresarnos, hablar, escribir… A permitirnos existir y presenciar nuestra existencia.
A confiar, a perdernos y dejarnos llevar, a guiarnos por la intuición, dejarnos sorprender, entregarnos, rendirnos a la vida y soltar toda intención de control.
Aunque a veces eso implique perderse en la tristeza, «anularse» por la vergüenza, dañarse por la rabia o paralizarse en la culpa. También las emociones, por duras que nos parezcan, son vida. Y es ella, la vida, quien sabe lo que más conviene a cada momento.
LA RECONCILIACIÓN
La paciencia que necesitamos para con nosotr@s es una apuesta total a la confianza: es fe ciega hacia el mismo regalo de existir. Es agradecimiento al pasado y entrega al presente tal y como se está dando. Solo así podemos rendirnos a que el imprevisible futuro se dé como tenga que darse, y nos traiga lo que necesitemos a cada nuevo instante.
Darnos todo el espacio y el tiempo del mundo significa reconciliarnos con lo que somos y hemos sido. Y también con lo que sea que podamos ser. Implica buscar un tiempo para nosotrxs, en presencia de nuestra soledad, para expresarnos y dejar nuestra huella en el mundo.
Quizás transcribir las ideas que nos atraviesan, o grabar en voz alta nuestros pensamientos, o susurrarle nuestros sentimientos a la almohada…
Solo o en compañía. Qué más da. Porque expresarle a la vida es recolocarnos. Es recordarnos a nosotros mismos que seguimos existiendo, y que tenemos algo que decir y un regalo que aportar.
Es habitar nuestro cuerpo y validar nuestra alma. Es decir SÍ a la vida. Y afirmar lo que aquí y ahora somos: pura vida.