ESCUCHAR
EL AHORA
A veces, la solución a todos nuestros problemas y dificultades parece tan sencilla y básica que nos cuesta creer en su eficacia: detener nuestra constante actividad, interrumpir el inevitable mecanismo de creación y resolución de problemas que es la mente, y simplemente escuchar y atender este instante presente. Solo así podemos descubrir la magia que habita eternamente en el ahora.
Cuando me detengo, dejo de hacer y distraerme, soy capaz de escuchar al momento presente. Y al atender este instante infinito que jamás se desvanece, sin expectativas ni juicios, es cuando llega a mi esa magia inefable que resuelve todas mis dudas.
Quizás al principio confunda la voz del presente con la de las ideas y pensamientos que sobrevuelan mi mente… y puede que me deje atrapar por ellos y termine perdido durante un rato en las historias que me cuentan y las emociones que evocan.
No pasa nada… Incluso cuando me pierdo y me olvido, tarde o temprano las sendas secundarias regresan al camino principal. Tan solo prestando atención a no ser duro conmigo mismo por el olvido, más allá de culpas y recriminaciones que me dejan paralizado, simplemente vuelvo al sendero marcado por mi respiración, la presencia de mi cuerpo y los ojos internos que todo lo observan.
LA GRAN PAUSA
He regresado a la escucha, he vuelto a la observación. Y la brecha entre el pasado y el futuro que habitan en mi mente ha dado paso al único momento real que existe: el presente. Entre pensamiento y pensamiento, justo en la gran pausa entre ideas, ruidos y palabras, reside el lugar en el que todo ocurre. Es aquí y ahora donde puedo escuchar lo único verdadero que puede ser dicho, dado que la vida que acontece y se expresa siempre está conmigo en el presente.
Y desde este instante, entre momentos de olvido y ensimismamiento, entre espacios de identificación y distracción, me doy cuenta de que yo no soy mis pensamientos ni mis emociones. Ni siquiera soy la persona que los siente y los piensa. Yo soy el testigo que los observa, y descubre cómo son pensados los unos y sentidos los otros.
Es desde aquí, desde el observador que se mantiene imperturbable, que puedo escuchar el momento presente. Y soy capaz de atender todo cuanto me cuenta:
LOS TESOROS DEL AHORA
- Me habla de unidad, extendiendo un velo invisible que entrelaza todo lo que mis ojos ven separado.
- Me habla de un amor que sustenta todas las formas y espacios, de una confianza serena que envuelve al mundo desde el otro lado de esta cortina de imágenes.
- Me habla de la milagrosa y mágica red de espejismos, reflejos y proyecciones con el que entretengo a mi consciencia, y me permito experimentar y aprender lecciones de amor que, si dejo de llamarlos problemas, empiezan a parecerme regalos.
- Me habla de ese espejo constante de mi mismo con el que me relaciono, que, aunque me haya convencido de no tener nada que ver conmigo mismo, se obstina en regresar y buscarme hasta que me permito reconocer que su reflejo solo habla de mi.
- Me habla de que es aquí y ahora, sostenido por este eterno instante, donde se encuentra toda la paz, el amor y la felicidad con las que mi mente siempre ha fantaseado. Y que cualquier excusa que me de la sensación de alejarme de este momento, es solo parte de un juego infinito, sin ganadores ni perdedores, que en realidad jamás empezó.
EL SILENCIO COMO GRATITUD
- Me habla también de que no hay nada auténtico que pueda decirse cuando tan solo me permito escuchar mi voz real resonando a través de este momento presente.
… de que toda escucha es puro reconocimiento de la paz y el amor que ya soy.
… que ya somos.
… de que toda observación es solo la toma de consciencia de la presencia divina que siempre he sido,
… que siempre hemos sido.
Y en agradecimiento por sus palabras,
ahora es cuando yo le respondo y
tan solo puedo expresar silencio.
Me he respondido por medio de la comprensión
de que todo el tiempo he estado
hablándome a mi mismo.