CUANDO QUIERO
CAMBIARLO TODO
A menudo creemos que necesitamos cambiar todo cuanto nos rodea para poder estar en paz. La idea de cambiar el mundo para mejorarlo es una constante en toda época y sociedad. Sin embargo, ¿es posible modificar algo externo realmente si antes no nos revisamos a nosotrxs?
No solo deseamos modificar las cosas que nos pasan y las situaciones que vemos, también anhelamos cambiar a las personas con que nos topamos a lo largo de nuestra vida. Y si no lo conseguimos (o creemos que no será posible) pasamos a juzgarlas y culparlas por cómo son y cómo se nos muestran.
Cuando miro a otro, y no me gusta, no es por el otro. Es por lo que veo en él, por lo que representa para mi.
Lo que no me gusta es aquello que yo he puesto en él, el significado que le he dado a dichos aspectos. Porque son aspectos que he negado en mi, que rechazo de mi mismo o que ni siquiera reconozco. Son caras con las que no quiero identificarme, que no quiero ver, juzgadas y rechazadas a raíz de experiencias que viví en algún momento.
Son caras que he olvidado que también son mías.
Las he expulsado de mi identidad… y me creo que no me pertenecen, que no me representan.
Incluso esas caras dicen algo de mí. Y mientras no quiera verlas, las seguiré encontrando afuera, reflejadas en la gente que digo que detesto. Pero no los detesto a ellos; detesto lo que me recuerdan cada vez que los veo.
Lo que me duele es reconocer que eso que rechazo también soy yo.
CAMBIAR EL MUNDO
Es por eso que no puedo cambiar el mundo sin cambiarme a mi antes.
Puedo intentarlo… Ya lo he hecho mil veces. Modifico cosas de mi entorno continuamente. Y haga lo que haga, o vaya donde vaya, sigo encontrándome los mismos problemas. Las mismas dificultades.
Cuando me permito ampliar mi mirada sobre mi, y descubro nuevos aspectos propios que ignoraba, o que rechazaba, es cuando realmente puedo crecer. No es que cambie, si no que me amplío como ser humano. Y descubro que soy mucho más de lo que pensaba.
Y tomo consciencia de que todo eso que no estaba viendo, porque negaba o temía, en realidad me completa. Es entonces cuando vuelvo a mirar el mundo a mi alrededor, y me doy cuenta de que ya no es el mismo.
¿Ha cambiado el mundo? No, he cambiado yo.
Pero antes, me he aceptado tal y como era.
Y aquellos que rechazaba o de los que renegaba me permitieron hacerlo.
Es entonces cuando los enemigos se convierten en maestros.