UNA MIRADA
DE AMOR
Antes de aprender a mirarnos con más amor, a menudo necesitamos recordar primero que esa mirada existe fuera, en ese mundo que nos parecía tan injusto, aterrador y violento. Una vez nos reconocemos en esa mirada externa, y reconocemos que existe alguien en el mundo que puede vernos sin juicios de ningún tipo, ya hemos comenzado a conectarnos con nuestra propia mirada interna.
Hago lo que hago porque para mi ya no hay otra forma de estar en este mundo.
Cuando era adolescente y veía a otros ayudando a personas, me sentía mal por no hacer yo lo mismo y estar demasiado pendiente de mi mismo y mis problemas; pero, dentro de mi, tenía la absoluta certeza de que no estaba preparado para ello. Que antes tenía que aprender a cuidar de mi mismo, y arreglar mis propios problemas, si quería algún día poder ser útil para otro ser humano.
Durante muchos años trabajé en el mundo de la infancia. Creí por un tiempo que era esa mi vocación, que la educación informal era mi propósito vital. Ahora entiendo que esa etapa fue imprescindible para reconectar con mi niño interior, a la vez que me permitía ejercer a mi el papel del padre comprensivo, cariñoso y presente que yo no tuve. Esa etapa me ofreció la oportunidad de ponerme en contacto también con la propia figura paterna que llevo dentro de mi. Y cuando mi padre interior acogió a mi niño interior, todo cobró sentido y pude relajarme al fin en esa amorosa unión.
Sentí mucho agradecimiento. Y, desde entonces, la vida me ha llamado a ir más allá de ello. No para trascenderlo, sino para compartir esa vivencia y acompañar a otros a andar hacia esa misma unión.
Es cierto que he necesitado tiempo y ayuda, he aprendido mucho de muchas personas distintas, a través de muchas terapias y técnicas distintas. De cada una de ellas me llevé una enseñanza esencial para sanar mi alma y perdonar mi pasado.
Talleres de experimentación de la muerte, Codependencia y Sanación del niño interior, Tantra, Meditación, Tacto consciente, Diseño humano, terapia Gestalt, Bioneuroemoción, Registros Akáshicos y Constelaciones Familiares son solo nombres de herramientas que me sirvieron… pero ninguna utilidad hubieran tenido de no ser por las amorosas y comprensivas presencias que me atendieron detrás de cada una de ellas.
UN ESPEJO DE COMPRENSIÓN
Es la mirada de una presencia llena de amor y compasión la que cura todas las heridas del alma. Es tu propia mirada, presente, amorosa y compasiva la que las sanará.
Pero para ello, a menudo necesitamos recordar primero que esa mirada existe fuera, en ese mundo que nos parecía tan injusto, aterrador y violento. Una vez nos reconocemos en esa mirada externa, y reconocemos que existe alguien en el mundo que puede vernos sin juicios de ningún tipo, ya hemos comenzado a conectarnos con nuestra propia mirada interna.
Me he dado cuenta de que mi camino me ha llevado hasta aquí. Ya no hay otra alternativa.
He realizado todos estos pasos para poderlos compartir ahora con otras personas en situaciones similares. He buceado en mi propia sombra y he abrazado a mi propio niño interior, para saber ahora cómo guiar a otros a penetrar en sus sombras y orientarlos también a contactar con el niño o niña dolido que llevan dentro.
Sé que cuando yo transité mi infancia, adolescencia y juventud, eché de menos tener una figura de confianza que me aportara seguridad, que simplemente me mirara a los ojos y me dijera que, algún día, todo iba a terminar, que todo iría a mejor y se solucionaría.
Que todo se arreglaría y tendría algún sentido algún día, en el futuro.
Alguien que me recordara que, a pesar de todo, yo seguía siendo válido, que era merecedor de amor, que valía la pena estar vivo.
Alguien que me reconociera, alguien con quien pudiera hablar sin miedos ni vergüenzas, contarle mis secretos y los de mi familia, sin sentirme juzgado.
Esa figura yo no la tuve en su momento, aunque más tarde llegaron otras que me ayudaron a entender. Yo me convertí en esa figura para darme todo aquello que había echado en falta recibir.
Es por eso que ahora quiero ofrecerme para ser esa misma figura en tu vida: para acompañarte, mirarte a los ojos, y recordarte que, a pesar de todo, sigue habiendo amor en tu vida.