COMPROMISOS
DE LEALTAD
Cuando nos sentimos en deuda con la familia, es debido a compromisos inconscientes que establecemos con ellos. Todos tenemos lealtades más o menos evidentes derivadas de nuestros primeros vínculos, que nos mueven a actuar de cierta forma, a pensar como lo hacemos o incluso a repetir historias de vida sin darnos cuenta de ello.
Cuando dejo de ser «leal» a los míos, me siento un traidor. Suele ser un movimiento inconsciente. ¿Leal a qué? A valores, principios, patrones, hábitos, estilos de conducta… incluso destinos.
A veces ni siquiera importa el tipo de relación que haya tenido con mi familia de origen: hay vínculos, compromisos y lealtades invisibles que perduran más allá de mi percepción y voluntad conscientes.
Puedo repetir historias, cumplir expectativas, perpetuar adicciones, heredar creencias e imitar comportamientos. O puedo oponerme a ellos, y esforzarme una vida entera sin darme cuenta en realizar justo lo opuesto. También entonces estoy siendo leal a la familia, aunque para compensar todo lo previo y equilibrar lo desequilibrado.
Es importante entender que cualquier lealtad establecida persigue obtener una recompensa emocional. Generalmente relacionada con el sentido de pertenencia al clan y su situación. Una lealtad para con la familia siempre parte de una intención positiva, por lo que etiquetarla de error o equivocación no servirá, y perderemos la oportunidad de entender su razón de ser.
PAUTAS DE REPETICIÓN
En primer lugar, es imprescindible tomar consciencia de la existencia de algún patrón repetitivo. No tiene por qué ser un compromiso con toda la familia, sino quizás solo hacia la madre o el padre, o respecto a los hombres o mujeres del clan.
Se producen acciones similares, patrones repetitivos, formas enquistadas de comportamiento… pero también mimetismos y coincidencias como situaciones vitales, sucesos parecidos o incluso la atracción del mismo estilo de personas: parejas, amigos, jefes, etc.
Una vez identificada la situación, es preciso filtrarla para desentrañar qué compromiso, creencia o sentencia reside en su origen. Por ejemplo, una pauta de infidelidades o relaciones insatisfactorias puede ocultar la creencia de que «todos los hombres son iguales» o «las mujeres solo quieren…«.
O toparte con personas autoritarias o que crees que se aprovechan de ti, puede ser la representación de una lealtad del tipo «hay que ser buena persona» o «la gente es una interesada«.
TODO TIENE UN PROPÓSITO
Es esencial no juzgar dichas lealtades, por muy dolorosas o dañinas que nos parezcan ahora. Tienen su razón de ser y han servido para algo; a nuestra familia y a nosotros. Puede resultar útil averiguar el origen de su existencia o la función que han cumplido hasta ahora en nuestras vidas.
¿De qué me ha servido? ¿Para qué me ocurre esto? ¿Qué me ha permitido/impedido hacer? ¿Cómo me sentiría si no me ocurriera?
Hallar el propósito de cualquier creencia es vital para poder trascenderla y soltarla. Enemistarse con ella no funciona. Rechazarla y ocultarla es solo un movimiento para que continúe perpetuándose desde las sombras de tu insconsciencia.
Por lo tanto, es preciso ponerse enfrente de ella (enfrentarla) dispuesto a mirarla; lo que significa abrirse a entender para qué está ahí, de qué me ha servido y para qué me es útil todavía.
Una de las leyes de la consciencia dice que si algo no tiene ninguna utilidad, simplemente no recibe atención, se suelta y desaparece. Si aún está en tu vida es porque algún servicio todavía debe estar proporcionando.
SOLTAR LA IDENTIFICACIÓN
Finalmente, después de tomar consciencia de su existencia, entender de dónde procede y la función o utilidad que persigue, todavía queda un último paso para soltar la lealtad familiar. Y parece sencillo, pero a menudo es el que causa mayor resistencias: soltarla. Abandonar dicha lealtad.
Para dejar ir esta lealtad, puede ayudarnos el hecho de haber comprendido el propósito de su presencia. Por ejemplo, si la intención de mantener mi fidelidad hacia un patrón que me vincula a mi madre/padre tiene que ver con el amor y el afecto que creo recibir de ella…
Brindarme a mi mismo ese afecto y amor puede servirme para hallar en mi un sustituto que reemplace dicha fuente que antes era externa.
TEMOR A LA TRAICIÓN
Sin embargo, cuando decimos que este paso genera resistencias es porque, para darlo, antes tengo que estar dispuesto a arriesgarme a perder ese amor y afecto por parte de mi madre/padre. Es una oportunidad para explorar qué significa para mi «traicionar» ese vínculo invisible al que llamamos lealtad.
Tengo que estar dispuesto a que una parte de mi se sienta «traidor». Quizás alejarme de mi familia, desvincularme de mi origen… Toda separación es dolorosa, pero desde que nacemos y nos separamos de nuestra madre cortando el cordón umbilical, estamos abocados a ella; solo así nos convertimos en adultos.
Y al mismo tiempo que exploro la culpa de mi «traición«, me voy dando cuenta de una simple verdad que me puede ayudar a transitar este proceso: al romper un patrón de fidelidad e ir más allá de lo establecido, estoy ofreciendo también un regalo a mi familia y mi clan.
Quizás sin pretenderlo (al margen del síndrome del salvador), puede que haya abierto un nuevo camino, liberando el sistema familiar de patrones antiguos y aportando nuevas perspectivas de futuro al clan.
La lealtad a la familia, desde la aceptación y la comprensión, se ha tornado en compromiso hacia mi mismo.
Y las cadenas invisibles que me ataban a las costumbres del pasado, sin intención de romperlas, me han encadenado a este instante de libertad.