LA ESCUCHA
CON SENTIDO
En un mundo en que percibimos la separación por todos lados (personas, ideologías, países, especies…) son extremadamente necesarios los recordatorios de la unidad que subyace todas nuestras aparentes diferencias. Y una de las formas más ancestrales de unión con el entorno y los seres que nos rodean es la música.
La música otorga sentido a nuestra realidad.
Y le da sentido porque la une, la conecta y la contiene. Es como la banda sonora de una película, que vertebra y unifica la escena, envuelve todo cuanto observamos y entrelaza cada uno de sus elementos.
Al escuchar música, de repente, los fragmentos de realidad que percibíamos separados y distantes, se tornan uno solo. Es el pretexto que nos devuelve a la sensación de unidad…
Que nos recuerda que nada está separado, que no somos distintos del momento presente, ni estamos al margen de lo que perciben nuestros sentidos.
La música nos toca y nos afecta porque nos fuerza a estar unidos con el todo, a fundirnos con la vida y desvanecer nuestra identidad individual.
Porque cuando nos percibimos unidos, la vida puede expresarse a través nuestro tanto por medio de la expresión de emociones como con la experiencia de sensaciones de conexión o felicidad…
EL VELO QUE NOS ABRAZA
La música toma la función de devenir el velo que lo cubre y enlaza todo.
Porque una escena que nuestra mente no comprende, puede adquirir todo el sentido del mundo a través de una buena canción.
Porque un montón de gente desconocida y amenazadora pueden transformarse en hermanos de alma al contemplarse a través de los sonidos de un concierto compartido.
Porque un instante de angustia y confusión mental, en el laberinto del pensamiento, puede tornarse en un oasis de paz y serenidad a raíz de unas notas musicales.
La música nos invita a retomar la percepción a menudo olvidada de que nada está realmente separado.
Y nos recuerda con su magia que…
… cuando vemos la vida desde la unidad, nos conectamos al mundo, el amor aflora y todas las confusiones caen, de pronto, ante esta simple verdad:
cuando percibo sin sentirme separado,
el propósito de la vida cobra sentido
y empiezo a vivir una nueva realidad.