LO QUE VIVIÓ
MI NIÑO
Lo que fuera que vivió mi niño en su infancia, lo está reviviendo ahora una vez tras otra… con menor o mayor intensidad, pero su historia se repite hasta que decida entrar en ella y el dolor que esta guarda. Revivir mi herida me ofrece la oportunidad de integrar esa parte, llorarla, asumirla y descubrir la lección que, a pesar de todo, oculta.
Lo que vivió mi niño en el pasado, lo vivo todavía hoy yo.
Sigo experimentándolo cada vez que algo me recuerda aspectos o detalles de lo que ocurrió entonces. Y eso es porque mi niño sigue vivo en mi. Cualquier situación que me conecte a lo que vivió mi niño, me devuelve de vuelta a él. Toma el control de mi, y su dolor, su vergüenza y su herida me poseen.
Pero hay una razón para ello… Por eso no es útil luchar contra dicho fenómeno, ni rechazar a mi niño, mis emociones o mi infancia.
Lo que vivió mi niño, no pudo integrarlo. No supo cómo sostenerlo, respirarlo o aceptarlo. Es posible que entrara en shock y se bloqueara, o quizás escapara de la sensación y se refugiara en su imaginación…
O puede que cediera su voluntad y se rindiera para complacer y sobrevivir. O incluso podría haber aparentado no sentir, desconectándose de sí mismo y simulando que no le afectaba.
Varios son los mecanismos de evitación que pudo aprender nuestro niño entonces… pero una sola es la solución para que nosotros dejemos de evitarlo a él ahora: permitirnos sentir lo que fuera que no pudo sentir entonces.
INTEGRAR LO EXCLUÍDO
Y la única razón para hacerlo es que, mientras no nos permitamos revivirlo, la vida nos traerá recordatorios constantes y repetitivos para que miremos lo que no estamos mirando. Porque la vida no excluye nada, y nuestro desafío de aprendizaje conlleva la integración de todo cuanto hemos tratado de excluir a lo largo de los años.
Lo que vivió mi niño, lo vuelve a revivir una vez tras otra… a veces con menor fuerza, otras con mayor intensidad. Pero si lo revive es, simple y llanamente, para darme la oportunidad a mi de integrar esa parte, asumirla y descubrir la lección que oculta.
Porque mi niño no fue capaz de experimentarlo en profundidad, quizás se desbordó y creyó que no podría sobrevivir a ello. Pero lo cierto es que pudo hacerlo: sobrevivió y está aquí ahora, con otra forma pero con el dolor de la misma herida.
Gracias a que él sobrevivió, estás tú hoy aquí. Gracias a que tú estás hoy aquí, puede sobrevivir él cada día a través tuyo.
Lo que vivió mi niño, lo dejó a medias. Dejó de vivirlo por miedo a morir.
Lo que empezó a vivir mi niño entonces, necesito terminar de vivirlo yo ahora.
Mi niño me llama, me necesita como cualquier niño necesita de un adulto para que lo acompañe, contenga y sostenga.
Mi niño ha vuelto para traer paz a su infancia… pero para pacificarla, antes necesito abrazarla y aceptarla.
Antes necesito abrazar y aceptar a mi niño y su dolor.
Y cuando lo haga… la herida quizás siga doliendo cada cierto tiempo, pero sin duda habrá empezado a cicatrizar.