ACOMPAÑARSE ACOMPAÑANDO
A veces creemos que un terapeuta debe saber más que su cliente. Y esa percepción oculta un riesgo en cualquier acto terapéutico: por un lado, pensarnos distintos de aquel a quien atendemos, y olvidarnos de que su «dolor» es también el nuestro; por otro, que el cliente considere que él no sabe, que solo está ahí para escuchar lo que tiene que hacer y recibir nuestra guía.